Como ha ocurrido en otras de las conferencias del clima de años pasados, en el texto final de la declaración de la COP 28 podemos encontrar, dependiendo del tema: avances, estancamientos y contradicciones.
Luego de dos semanas de malabarismos semánticos de los negociadores para tratar de producir textos que pudieran conciliar posiciones con frecuencia opuestas, se aprobó por consenso un texto que contiene algunos avances con respecto a declaraciones de años anteriores. Por ejemplo, por primera vez se buscará una “transición para alejarse de los combustibles fósiles en los sistemas eléctricos, de manera justa, ordenada y con equidad, acelerando las acciones en esta década crítica para alcanzar emisiones netas cero para el 2050”.
Se avanzó también con el lanzamiento de una iniciativa para comprometerse a triplicar la capacidad de energías renovables y duplicar la tasa de mejoría en eficiencia energética, ambas para el año 2030. La iniciativa fue congruentemente firmada por la Delegación de México, pues para el cumplimiento de las metas de reducción de emisiones que ofrecimos el año pasado ante el mundo, debemos cuadruplicar la capacidad de energías renovables. Hasta aquí todo bien. El problema es comenzar con la implementación de las acciones necesarias para cumplir las promesas.
Por ejemplo, en materia de energías renovables, de acuerdo con datos de Iniciativa Climática de México, tan sólo para energía solar y eólica, se tiene que incrementar la capacidad desde los 12GW actuales, hasta al menos 44GW para el 2030. Dentro de los siguientes 7 años, esta escala sólo podría alcanzarse si, como parte del plan del nuevo gobierno para los primeros 100 días, se incluye: la expansión y fortalecimiento de la red eléctrica, así como el relanzamiento de las subastas de energía que demostraron ser tan exitosas. Debido a las políticas públicas de los últimos cinco años en materia de electricidad, se perdió la oportunidad de haber instalado de 10-15GW de capacidad renovable adicional.
En el comunicado final de la COP28 aparecen también algunos planteamientos que parecen contradictorios. Se habla de que uno de los enfoques que se pueden aplicar es el de “acelerar los esfuerzos globales hacia las emisiones netas cero globales de los sistemas eléctricos antes de mediados de siglo, utilizando combustibles de cero y de bajo contenido de carbono”. Para que no resulte un absurdo esta declaración debería llevar incluida la condicionante de que esos combustibles de bajo contenido de carbono tendrán sus emisiones controladas o compensadas en su totalidad, o las emisiones no serían realmente cero.
En otro inciso del documento señala, en una clara concesión a los muchos países y compañías cabilderas en favor del gas, que se “reconoce que los combustibles de transición pueden jugar un papel en facilitar la transición energética mientras garantizan la seguridad energética”. Para dejar las cosas claras es importante señalar que, en los siguientes 10 a 15 años el gas podría continuar sustituyendo a las viejas plantas de carbón que hay en el mundo, pero hacia mediados de siglo su uso tendrá que ser eliminado prácticamente por completo para llegar a emisiones netas cero.
En México, no se pueden seguir construyendo más y más plantas de gas indefinidamente. Es este escenario bastaría para que las emisiones de México no hicieran pico y siguieran creciendo indefinidamente durante las siguientes décadas. Para que nuestro país cumpla con las metas que prometió ante el Acuerdo de Paris, el consumo del gas y sus emisiones tendrán que hacer pico durante la presente década y a partir de ahí empezar a reducirse. La próxima Presidenta de México debe tener claro esta realidad. El gas debe utilizarse sólo en las actividades y por los tiempos que resulten realmente indispensables y no como la solución inercial (pero anticlimática) para atender el esperado crecimiento de la demanda.
A partir del próximo año, se intensificarán los procesos de rendición de cuentas ante el Acuerdo de París y ante la comunidad internacional por parte de los países signatarios. La agenda que México ha promovido dentro del Acuerdo en los últimos años ha enfatizado temas de derechos humanos, genero, financiamiento y adaptación, entre otros, pero no ha logrado mayores avances reales en materia de la reducción de emisiones (mitigación). Esto tendrá que cambiar.
Esta Cumbre tiene como antecedente las consecuencias del cambio climático que observamos durante el año y que se expresaron a través de la fuerte onda de calor que azotó la mayor parte del mundo, sequías intensas, mega incendios y huracanes como el Otis. En el contexto de la COP sigue pendiente avanzar con determinación y honestidad por parte de los países desarrollados. Si bien en la COP 28 de Dubai finalmente se aprobó el Fondo de Pérdidas y Daños, los recursos disponibles hasta ahora tanto para este fondo como para el Fondo de Adaptación son muy magros comparados con la escala de financiamiento que requiere ya los países más vulnerables del planeta que sufren de forma intensa los impactos crecientes del cambio climático.
México por su parte, debe entender que adaptarse a los impactos del cambio climático debe ser una alta prioridad en la que invierta recursos públicos de forma inteligente, protegiendo a las poblaciones más vulnerables de todas las latitudes. Pero hacer esfuerzos por adaptarse no sustituye a la responsabilidad de mitigar emisiones. Pensar que, porque México contribuye con menos del 2% de las emisiones globales, no debe ser un argumento para justificar que nuestro país no haga lo que le corresponde. Plantear que sólo se deben hacer esfuerzos para aumentar la resiliencia y no debe avanzar en la mitigación ha sido la excusa y la posición oficial del gobierno mexicano durante años y es también un malentendido común entre algunos círculos no gubernamentales y académicos.
México puede hacer mucho en materia de reducción de emisiones porque le conviene. Porque puede generar nuevos empleos y porque puede acceder a recursos concesionales internacionales etiquetados para la mitigación. Acceder a ellos como lo hacen ya Sudáfrica e Indonesia les está ayudando a emprender una transición energética justa en la que mejorarán las condiciones de vidas de los trabajadores del carbón. ¿debemos renunciar a estas oportunidades y beneficios sólo porque no somos los que más contaminamos? Por supuesto que no. Además de que resulta más caro generar electricidad con combustóleo y con carbón que con energías renovables, la generación fósil contamina el aire de nuestras ciudades y ocasiona enfermedades y mortalidad prematura entre quienes vivimos en México y no en otros países.
A la próxima Presidenta curiosamente le tocará el último tramo del primer período de cumplimiento de compromisos del Acuerdo de Paris, el período 2024-2030. Los gobiernos estarán bajo un escrutinio permanente de la comunidad internacional, que esperará que México haga su parte de manera responsable. Que avance sin escusas ni demoras implementando las muchas acciones que le convienen social y económicamente y que le permitirán bajar sus emisiones de gases de efecto invernadero. México puede a partir del 2024 volver a ser un líder climático respetado por sus pares.
La agenda y la planeación estratégica, así como las decisiones e inversiones en materia de energía y de cambio climático en México deben ser el resultado de deliberaciones informadas entre especialistas de diversas disciplinas, sociales, económicas, ingenieriles y ambientales entre otras, para trazar una ruta que maximice los beneficios sociales mientras avanzamos por la lucha para salvar al planeta. Estas deliberaciones deben mantenerse al margen de cuestiones ideológicas y dogmáticas, pero también al margen de intereses comerciales o económicos de particulares, que suelen ser diferentes de las opciones que buscan el bienestar de la mayoría.
La próxima Presidenta de México tendrá que reconstruir capacidades de gestión dentro y fuera del gobierno en materia de cambio climático y diseñar los esquemas institucionales que permitan que México se reinserte como jugador titular en el concierto colectivo de los esfuerzos mundiales para atender la emergencia climática.
Por Adrián Fernández Bremauntz
Crédito de Foto: Reuters