A todos nos preocupa nuestra salud y la de nuestros seres queridos. Si algo ha dejado claro la pandemia de COVID-19 es que nuestra salud está conectada a la de otros; vivimos en comunidades donde interactuamos con otros humanos y con poblaciones de animales, sean estos domésticos o silvestres. Para cuidar de nuestra salud es importante la salud de nuestra comunidad, que incluye la salud de las personas con las que convivimos y la salud de las poblaciones de animales, los bosques, las selvas y otros ecosistemas. A esta concepción integral de la salud se le conoce como el enfoque de “una salud”. Éste no es un concepto nuevo, pero cada vez es más prioritario impulsar soluciones integrales, sobre todo desde las organizaciones y responsables de las políticas de salud (como la Organización Mundial de la Salud).
El concepto de “una salud” ofrece una visión holística, ya que concibe a la salud como un tema un tema que involucra no solo a médicos y profesionales de la salud, sino también a veterinarios, comunicadores, ingenieros en alimentos, productores de ganado, ambientalistas y muchas otras profesiones. Es un tema de todos los habitantes de este planeta.
Sí, en las organizaciones ambientalistas también trabajamos con el fin de mejorar la salud humana. Los temas más conocidos en que los ambientalistas han trabajado relacionados con la salud tienen que ver con la calidad del aire o del agua y la reducción de la contaminación y sus impactos. También hay quienes trabajan en temas de salud relacionados a productos que comemos o utilizamos, como pesticidas o productos de limpieza. Pero ¿de qué manera se conecta el trabajo de conservación de la vida silvestre y de ecosistemas como bosques y selvas con la salud humana?
Existen enfermedades que se pueden transmitir entre animales y humanos. Por ejemplo, llevamos más de un siglo tratando el problema de la rabia. En años más recientes hemos tenido varios casos de influenza aviar que ha pasado de aves a humanos, la influenza porcina H1N1 pudo haber causado la muerte de hasta 575,400 personas mundialmente en 2009 (según el CDC) y posiblemente el COVID-19 fue transmitido por algún animal de vida silvestre a una población humana.
Para reducir las probabilidades de que enfermedades de la vida silvestre se transmitan a animales domésticos o poblaciones humanas es importante mantener distancia entre los animales silvestres y aquellos que utilizamos para nuestro consumo, así como de las poblaciones humanas. La primera línea de defensa ante enfermedades emergentes con origen en la vida silvestre es la conservación de los ecosistemas y su biodiversidad. Los esfuerzos para regular y restringir el comercio de animales silvestres como mascotas para consumo y otros usos, reduce los riesgos a nuestra salud. Las áreas naturales protegidas y otras áreas bien conservadas donde conviven muchas especies también nos protegen.
Otra forma en que proteger los ecosistemas naturales contribuye a la salud es el papel que tienen para frenar el cambio climático. Conservar y recuperar nuestros ecosistemas es indispensable y una de las mejores medidas para reducir la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera y evitar el sobrecalentamiento del planeta. El Panel Intergubernamental de Cambio Climático[1] ha reportado que los cambios en los patrones en el clima y otros aspectos del cambio climático impactan la salud de las poblaciones humanas.
Entre las condiciones que generan o agravan problemas de salud relacionados al cambio climático están la falta de agua potable, las condiciones insalubres después de inundaciones, el aumento de enfermedades gastrointestinales durante las olas de calor y los problemas respiratorios asociados al humo de los incendios forestales. De forma indirecta, la pérdida de cultivos y ganado por sequías prolongadas y olas de calor puede impactar la nutrición de las poblaciones e incluso fomentar la migración para encontrar mejores medios de vida. Finalmente, otro impacto indirecto viene por los cambios en la distribución de vectores como mosquitos o garrapatas que transmiten enfermedades (por ejemplo, la expansión geográfica de la malaria, la chikungunya o el zika).
Para muchos la naturaleza y la vida silvestre parecen algo lejano. Quienes vivimos en grandes ciudades rara vez vemos cómo se degradan día con día los ecosistemas. Puede no ser fácil ver cómo nos afecta directamente y hace falta una visión a largo plazo. Cuando nos falta el agua nos preocupamos por ahorrarla o reportar fugas, pero la solución de fondo está en cuidar y recuperar los ecosistemas -bosques, selvas, manglares, matorrales, praderas naturales- donde se capta el agua de la que dependemos para nuestro consumo y para la producción de nuestros alimentos.
Si somos indiferentes a las decisiones sobre cuidar la naturaleza, si no apoyamos iniciativas y políticas para conservar y restaurar bosques, selvas, pastizales, arrecifes, manglares y otros ecosistemas, entonces contribuimos a que nuestro ambiente y nuestra salud sigan deteriorándose con un alto costo para todos y todas, particularmente para las generaciones jóvenes y futuras.
- Máxima autoridad científica internacional en materia de cambio climático ↑