Bosques mexicanos, entrando en contexto
Lilián Sánchez Flores “Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo todavía hoy plantaría un árbol.” -Martin Luther King ¿Te gusta visitar el bosque, observar su flora y fauna, pasear bajo la sombra de sus árboles? México es privilegiado pues una tercera parte de su territorio está cubierta por bosques y selvas.[1] Estos ecosistemas brindan invaluables beneficios y funciones, como la prevención de inundaciones, la generación de oxígeno o la captura de agua y carbono. Protegerlos y preservarlos implica hacer frente a la deforestación, que puede definirse como “la pérdida de la vegetación forestal por causas inducidas o naturales”.[2] En México, las prácticas de deforestación inducida iniciaron en el periodo prehispánico. Posteriormente, durante el Virreinato, el desarrollo de la minería, la agricultura y la ganadería propició la tala de importantes extensiones de bosque. Más tarde, el Porfiriato aceleró la deforestación debido a la gran expansión de plantaciones (ej. henequén, caña de azúcar, café), la creación de sistemas ferrocarrileros y el crecimiento de centros urbanos. El siglo XX trajo consigo políticas para la conservación de bosques: se designaron Áreas Naturales Protegidas, Reservas Nacionales Forestales y se impulsaron programas de restauración y manejo forestal. Pero estos esfuerzos fueron insuficientes para contrarrestar los sistemas productivistas enfocados en la explotación del bosque y el uso del suelo para actividades de mayor valor económico. Actualmente, la tasa de deforestación bruta en México ronda las 212 mil hectáreas anuales, lo equivalente a 2.5 veces el área de la ciudad de Nueva York. Esto impacta de diferentes maneras, vivamos o no cerca de un bosque. Al talar extensiones de bosque se pierden sus capacidades para absorber carbono y regular el clima, lo que nos vuelve más vulnerables al cambio climático. La deforestación también impacta la disponibilidad y calidad del agua, porque los bosques filtran la lluvia y permiten que ésta llegue más limpia a los mantos acuíferos que nos proveen agua potable. Sin bosques también aumentan las inundaciones, porque estos actúan como barreras naturales al paso de grandes cantidades de agua. Por ejemplo, las graves inundaciones de Tabasco en 2020 ocurrieron, en parte, por la deforestación de la cuenca del Grijalva-Usumacinta. La Comisión Nacional Forestal identifica las siguientes amenazas que requieren soluciones para prevenir, regular y frenar la deforestación: Incremento de la frontera agrícola y ganadera Tala ilegal e incendios forestales Plagas y enfermedades de los árboles Expansión de áreas urbanas e industriales La existencia de estas amenazas confirma una necesidad: es indispensable un cuidado activo de los bosques. En México el 60% de los bosques y selvas pertenecen a campesinos o personas indígenas bajo las figuras legales del ejido y la comunidad.[3] Son estas personas quienes se encuentran en contacto directo con los bosques, por tanto, conocer sus necesidades es prioritario para que los esfuerzos de protección y manejo forestal sean realmente efectivos. La mayoría de estas personas requieren un ingreso digno para cubrir sus necesidades básicas (alimento, ropa, acceso a servicios) y dignificar el trabajo que realizan, es decir, cuidar los bosques requiere de financiamiento, dinero. Tradicionalmente autoridades gubernamentales como la CONAFOR o la SEMARNAT han ejercido el rol de administradoras de programas forestales. Sin embargo, el presupuesto disponible para implementarlos ha disminuido (entre 2015 y 2021 el presupuesto designado a instituciones ambientales federales se redujo aproximadamente un 65%) y depende de la visión o prioridades que asigna el gobierno en turno. Pero ¿debería la protección forestal depender únicamente del presupuesto gubernamental? ¿Qué pasa si un gobierno decide que no es prioritario proteger los bosques? En un siguiente blog exploraré el programa de Pago por Servicios Ambientales para la protección forestal y una alternativa para la obtención de financiamiento. A México aún le queda un arsenal importante de bosques por conservar y proteger. Al cuidarlos también cuidamos nuestra salud y aumenta nuestra resiliencia al cambio climático. Por ello es indispensable implementar más y mejores soluciones que pongan fin a la deforestación. Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, Estudio de tendencias y perspectivas del sector forestal en América Latina al año 2020: Informe Nacional México, disponible en: http://www.fao.org/3/j2215s/j2215s00.htm#TopOfPage ↑ Definición establecida por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) ↑ Lucía Madrid, et. al. “La propiedad social forestal en México”, en Investigación Ambiental, Vol. 1, Núm. 2, pp. 179-196. ↑
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